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domingo, 20 de abril de 2008

La otra manzana

Muchas dudas surgen a la luz a raíz de las confrontación de las escrituras bíblicas con la objetividad científica, tema este, harto discutido y que históricamente a enfrentado a la ciencia con la religión.
Seguramente uno de los más controversiales de los llamados libros sagrados sea el Génesis, quizá por su carácter cronológicamente inaceptable y totalmente contrario a los principios darwinianos, como por su naturaleza metafórica o simbolista, que tanto ha dado de hablar a cuantiosos amantes de la interpretación literaria.
Uno de los puntos más oscuros del Génesis se refiere a la tentación sufrida por Eva y por Adán, que previa ingesta de la manzana, conllevo la conocida expulsión del Edén o paraíso, y por consecuencia, de toda la humanidad.
Varios puntos se ocultan de la luz a la hora de estudiar estos fragmentos. Primeramente debe aclararse que nunca existió tal manzana, jamás se menciona dicha fruta en las escrituras, la misma a sido producto de la imaginación popular, como seguramente también ocurrió con Newton, quien no creemos que haya necesitado del golpe sobre su cabeza de una manzana para formular su reconocida teoría. Los especialistas afirman que dadas las condiciones geográficas de donde supuestamente se encontraba el Edén (actual Medio Oriente) el llamado fruto prohibido debió de tratarse sin dudas de un pomelo, una uva o, esta es la postura mas fuerte, un higo.
Luego de esto nos encontramos ante el predicamento de develar cual era el fin de Dios al prohibirles a los dos primeros seres humanos el consumo de la peculiar fruta. Si Dios había creado el Universo, si tenia el absoluto dominio de el y lo había hecho a su antojo, ¿por qué imponerles a esos pobres mortales una tentación como aquella?. Se entiende pues que el primer “tentador” es Dios y no la mal afamada serpiente, que no lo discutiremos, es la gran incitadora por antonomasia. Digamos que la respuesta cristiana a esta pregunta la encontraremos en la palabra “prueba”, el Todopoderoso simplemente les estaba enseñando a sus hijos la necesidad de respetar códigos, lo imprescindible de atenerse a ciertas leyes; se trataba de una lección, pero la misma es muy dura, no hay segundas oportunidades, los pobres Adán y Eva pecan y son expulsados de inmediato.
¿Tan grave es su infracción?. Tal vez si, pero para esto debemos releer ciertos párrafos específicos. Cuando la serpiente (encarnación del demonio) los incita a probar el fruto los convence alegando que de hacerlo serian como Dios, por lo que se entiende que serian inmortales, tendrían acceso a las grandes Verdades o algún otro atributo celestial. Allí recabe el terrible pecado, el peor de todos, el de querer imitar a Dios. Queda pues,
implícitamente declarado desde lo que es el dogma cristiano, que el hombre jamás debe intentar siquiera el igualar a Dios, puesto que hay ciertos atributos que solo a el le son permitidos, sean estos la vida eterna, el conociendo absoluto, el dominio de la naturaleza, etc.
El del Génesis no es el único ejemplo bíblico de intentar alejar al hombre del propósito de imitar a Dios, esto también se ve diáfanamente reflejado en la historia de la Torre de Babel, descabellado ensayo de la humanidad por construir una edificación que llegase hasta “donde habitaban las Divinidades”, siendo esto castigado severamente por Dios.
La fruta según se puede deducir de las múltiples acotaciones sobre la misma podría haber contenido conocimiento, el conocimiento solo reservado a los dioses y al que bajo ningún punto de vista los mortales podían acceder.
Muchas son las preguntas que manan a raíz de esto: ¿Es un pecado obtener conocimiento?, ¿se trata de un mensaje bíblico que manifiesta que hay cosas que es preferible no saber?. Responderlas quedara al ánimo de los intérpretes literarios.
Lo que más me atrae de este tema es cuan de actualidad se puede tornar. Los avances sufridos en la esfera de la genética han dado un vuelco a la humanidad, no solo en el plano científico-practico, sino en lo que hace a la ética, como rama de la filosofía. Pongámonos a pensar por un momento, imaginemos que la investigación genética ha llegado hasta la cima de sus revelaciones, imaginemos que la clonación es cosa corriente y que el mapa del genoma, resuelto hasta en sus más intrincados vericuetos, es una realidad. Estaríamos ante una humanidad capaz de generar vida, copiando a la
naturaleza (que en cierta forma es el propio Dios, pues es su creación y bajo ciertas interpretaciones se encuentra formando parte de la misma), una humanidad capaz de poner en duda la existencia de un alma esencial e inmortal, capaz, incluso, quizá, de detener el envejecimiento biológico a partir del descubrimiento y el control del cromosoma encargado del deterioro físico, ¿qué otra cosa estaríamos haciendo entonces mas que igualándonos a Dios?. El día en que la ciencia alcance estos logros, estaremos violando el mandato primero de nuestro Dios, sea este cristiano, hebreo o musulmán, lo
estaremos imitando y mereceremos pues la expulsión, sea de donde sea, nuevamente.
Según medita uno de los personajes de Abelardo Castillo en “El evangelio según Van Hutten” el hombre es quien se ha autoexcluido del paraíso, su envidia, su ambición, la perdida de la inocencia que le permitió alguna vez correr libre y hacer el hacer amor (la Biblia lo menciona tácitamente) en armonía con su entorno, lo ha hecho desertar de ese paraíso que en realidad es el propio mundo, salvo que no sabemos como comportarnos en el, como disfrutarlo. Estamos en el paraíso y no lo sabemos, eso nos dice Castillo.
Habrá que esperar para ver si el hombre es capaz de igualar a Dios y si será castigado, más aun, por su acto de rebeldía. ¿Pero de que se nos acusa?, siempre nos ha atraído lo prohibido, basta que una puerta diga “No entrar” para que nos preguntemos que habrá tras ella. “La manzana no importaba, nada mas la prohibición”, dice una bella canción nacional.
Hay algo que me inquieta en todo esto, pese a que Adán y Eva probaron la manzana, no se convirtieron en dioses, ¿por qué?, ¿acaso solo era un truco de Dios?. Quizá la ciencia sea el nuevo truco, quizá Dios nos preste las armas, las herramientas, nos tiente con la posibilidad de igualarlo, pero finalmente no nos lo permita. Quizá la ciencia sea esa otra manzana, esa segunda oportunidad que recibimos para alcanzar el regreso al Edén, la
última esta vez... Pero la tentación es muy grande.


Por Jose Maria Canepa (Gracias amigo!)

1 comentario:

Nakkuru dijo...

Excelente artículo! gracias por agregarme a tu lista, yo te gregaré a la mía (pero es Nakuru y no Nakuro) que interesante que te llame la atención eso de la ONU, a mi men encanta también y muero por ir a MINU, ojalá se pueda. Muchos besos desde Venezuela! saludos y sigue así!